jueves, 9 de agosto de 2007

La burbuja de la supremacía norteamericana

El texto que sigue es una selección de párrafos del libro "La burbuja de la supremacía norteamericana" escrito por George Soros y publicado por Editorial Sudamericana en el año 2004.

El objetivo de la entrada es ofrecer la visión de unos de los principales inversores financieros en el ámbito de la llamada "globalización", sin que ello signifique de mi parte aceptar o rechazar sus postulados. Lo que sigue lo escribió George Soros:


MI MARCO CONCEPTUAL

REFLEXIVIDAD


Mi punto de partida nace en la idea de que nuestra compresión del mundo que habitamos es esencialmente errónea. Esta observación, dicha así, parece algo trillado, pero una vez que profundicemos en todas sus implicaciones nos permitirá comprender muchas cosas.
Cuando afirmo que nuestra compresión del mundo en que vivimos es inherentemente imperfecta, me refiero fundamentalmente a la diferencia que existe entre el tipo de situaciones sociales en las que participamos y los fenómenos naturales que ocurren independientemente de lo que pensemos, aunque se extiende también a la comprensión de la realidad en su sentido más amplio, que es el tema tradicional de la especulación filosófica.
La participación interfiere con nuestra capacidad para obtener conocimiento. El conocimiento requiere asentarse sobre enunciados verdaderos que, a su vez, deben corresponderse con los hechos. Si los hechos van a servir de criterio con que juzgar la validez o la veracidad de los enunciados, es preciso que sean independientes de los enunciados que se refieren a ellos. Los ríos siempre fluyen pendiente abajo, con independencia de lo que se diga de ellos. Pero las situaciones en las que participan personas que piensan, no consisten únicamente en tales hechos; también incluyen los acontecimientos que se ven influenciados por el pensamiento de los participantes. Que alguien sea o no mi enemigo depende en buena medida de lo que yo diga y haga.
Podemos influir con nuestro pensamiento en la situación en la que participamos, lo que supone que la situación en sí misma no puede servir como criterio independiente para juzgar la validez de nuestra interpretación. Incluso en el caso de que nuestros pensamientos o enunciados consigan adecuarse a los hechos, esa mera coincidencia no los convierte en verdaderos, ya que puede ser fruto de nuestra habilidad para modificar la situación más que de nuestra habilidad para observar la verdad. Mientras no exista un criterio independiente, nuestro entendimiento nunca puede ser completamente calificado como conocimiento…..
Solo las generalizaciones que puedan ser probadas mediante la experimentación podrían considerarse como científicas. (pág. 193 a 195)


EL SISTEMA CAPITALISTA GLOBAL

El término “globalización”, que se ha utilizado en exceso, es susceptible de varios usos. Se puede hablar, por ejemplo, de la globalización de la información o de la cultura, de la difusión de Internet, de la televisión y de otras formas de comunicación, así como de la creciente movilidad y comercialización de las ideas. Para los propósitos de la presente discusión, entenderé por globalización el desarrollo de los mercados financieros globales, el crecimiento de las compañías transnacionales y su creciente dominio de las economías nacionales. (pág. 93)

La globalización ha producido transformaciones radicales en el orden social y económico, puesto que la necesidad de atraer capitales internacionales ha comenzado a primar sobre el cumplimiento de objetivos sociales. Creo que a ese fenómeno se deben la mayoría de los problemas que la gente asocia con la globalización, incluyendo el de la penetración de los valores del mercado en áreas que por tradición se habían mantenido ajenas a ellos. (pág. 94)

El capital financiero goza del privilegio que no tiene el capital invertido en bienes de producción, porque es capaz de moverse libremente, evitando aquellos países donde se los someta a onerosas regulaciones o imposiciones fiscales. Las inversiones ligadas a un emplazamiento fijo, por el contrario, son difíciles de trasladar, lo que las convierte en rehenes de cualquier regulación en el país anfitrión. Es cierto que las compañías multinacionales gozan de determinadas libertades a la hora de fijar los precios de transferencia y son capaces de ejercer presiones sobre los gobiernos anfitriones basándose en sus decisiones sobre inversiones futuras, pero aún así no es comparable esa flexibilidad con la libertad de elección de que disponen los inversores financieros internacionales. (pág 94 y 95)

Los mercados financieros globales funcionan como un gigantesco sistema circulatorio que absorbe capitales hacia las instituciones financieras y los mercados del centro, para bombearlos después hacia la periferia -directamente en forma de créditos y carteras de inversiones e indirectamente a través de las compañías multinacionales-. Mientras se mantiene la fuerza del sistema circulatorio, este consigue dominar mercados locales y, de hecho, buena parte de los capitales locales se vuelven internacionales. Pero el sistema está sujeto a crisis que afectan de manera muy distinta al centro y a la periferia. Cuando es el sistema financiero central el que corre peligro de colapsar, se adoptan medidas para su protección, lo que proporciona un buen margen de seguridad a los países situados en el centro del sistema capitalista global. Pero ello no se aplica a los países periféricos, que pueden sufrir consecuencias catastróficas. (pág.95)

Los países que ocupan el centro del sistema capitalista global disfrutan de inmensas ventajas en comparación con los países periféricos. Quizá la principal sea que pueden acceder a préstamos en sus propias divisas, lo que les permite aplicar políticas anticíclicas consistentes en la rebaja de los tipos de interés y el aumento el gasto público con vistas a luchar contra la recesión. Estos países controlan también el FMI y el sistema financiero global. Sumados esos dos factores, les permiten ejercer una influencia mayor sobre sus destinos que a los países periféricos, que se encuentran en una posición más dependiente. (pág. 104)

Los fundamentalistas del mercado reconocen los beneficios de la existencia de mercados financieros globales pero ignoran sus deficiencias. Sostienen que los mercados financieros tienden al equilibrio y producen una distribución óptima de los recursos. Consideran que aunque los mercados estén lejos de la perfección es mejor dejar que sean ellos quienes distribuyan los recursos, antes que permitir la intervención de regulaciones nacionales o internacionales.
Sin embargo, otorgar una confianza excesiva a los mercados es peligroso. Los mercados están diseñados para facilitar el libre intercambio de bienes y servicios entre entidades que participan de él por propia voluntad, pero no son capaces por sí mismos de satisfacer las necesidades colectivas. Tampoco son competentes a la hora de garantizar la justicia social, porque solo mediante actuaciones políticas es posible proveer de servicios públicos a las sociedades. (pág 100 y 101)

La globalización ha favorecido la obtención de ganancias y la acumulación de riquezas privadas por encima de la creación de bienes públicos. (pág. 103)

La globalización ha traído consigo una considerable merma en la capacidad de los estados para producir bienes y servicios públicos y ponerlos a disposición de los ciudadanos por afectar a la principal y más accesible fuentes de ingresos con que contaban, el impuesto sobre rentas y beneficios, justo cuando se han obligado a reducir o incluso eliminar los derechos de aduana…lo que ha sucedido es que la carga fiscal se ha ido desplazando de quienes tienen el capital hacia los consumidores, de los ricos hacia los pobres y las clases medias. No es exactamente eso lo que se nos había prometido, pero tampoco se puede afirmar que se trate de una consecuencia involuntaria, porque era precisamente eso lo que pretendían los fundamentalistas. (pág. 101 y 102)

Al contrario de lo que afirman los valedores (defensores o partidarios) del fundamentalismo del mercado, los mercados financieros no tienden al equilibrio sino que son propensos a las crisis. Desde 1980 se han producido varias crisis financieras devastadoras y solo cuando la amenaza parece alcanzar al centro del sistema las autoridades toman las medidas necesarias para su protección y, como consecuencia, la devastación acaba afectando únicamente a la periferia. De esa manera, los países del centro se hacen cada vez más poderosos y estables, lo que anima a los capitalistas de la periferia a refugiar en ellos las riquezas que han acumulado, mientras que, por contraste, los bienes de producción son, en buena parte, propiedad de capitales extranjeros. Las facilidades de que gozan los capitalistas para expatriar sus capitales y la creciente influencia de las empresas multinacionales reducen el control de los países periféricos sobre su propia economía, saboteando el desarrollo de instituciones democráticas en los mismos. Estos efectos negativos siguen una lógica acumulativa, de manera que para algunos países periféricos las desventajas producidas por la globalización pueden superar a los beneficios. (pág. 105)


Soberanía
El concepto histórico de soberanía nació en una época en que la sociedad estaba constituida por gobernantes y súbditos. No existían los ciudadanos. A partir del Tratado de Westfalia, en 1648, el principio de soberanía se convirtió en la piedra angular de las relaciones internacionales. Tras treinta años de guerras de religión, se acordó que los gobernantes tenían el derecho a establecer cuál sería la religión de los súbditos, según la fórmula de cuius regio eius religio. Luego, con la Revolución Francesa, se derrocó al rey y la soberanía fue arrebatada por el pueblo, a quien debió pertenecer desde entonces. En la práctica, sin embargo, la soberanía fue ejercida por los gobiernos. El concepto dinástico de soberanía fue suplantado por un concepto nacional de la misma. Hay estados que son democráticos y otros que no lo son, pero nadie puede hacer nada contra tal situación porque el principio de soberanía protege a los regímenes represivos de la intervención externa en sus asuntos. (pág. 109 y 110)

Sería utópico creer que conseguiremos dar con una solución que elimine las soberanías nacionales y las sustituya por instituciones internacionales. Sin embargo, es necesario encontrar un camino que concilie el interés general y el principio de soberanía. (pág. 92)

Es tan grande el desequilibro que se ha producido a favor del capital financiero, que se suele decir que las compañías multinacionales y los mercados financieros internacionales han suplantado, de alguna manera, la soberanía de los estados. No es así. Los estados conservan una autoridad legal y una capacidad para imponer sus decisiones con la que no puede soñar individuo o empresa alguna. Si bien es cierto que los mercados se han globalizado, las decisiones políticas continúan enraizadas firmemente en la soberanía de los estados. Es verdad que disponemos de varias instituciones internacionales, pero todas ellas carecen de potestad para interferir en las cuestiones internas de los estados que las componen, salvo en los casos en que los propios estados hayan delegado su soberanía en alguna entidad internacional. (pág. 102)

La soberanía popular y los recursos naturales

Los ingresos por explotación de recursos naturales son otra de las áreas en la que el principio de la soberanía popular tiene importantes repercusiones. El volumen de dichos ingresos es mucho mayor que el de cualquier ayuda exterior. Eso hace que se trate de una cuestión de enorme relevancia, cuya reciente reelaboración merece un capítulo aparte.
Los recursos naturales de un país deben pertenecer al pueblo, pero los gobernantes suelen explotarlos en su propio beneficio, lo que viola la soberanía del pueblo y requiere intervención exterior. De hecho, se ha producido intervención externa de tipo comercial, pero esta más bien ha servido para animar a los gobernantes a violar la soberanía del pueblo o facilitarles formas de hacerlo. La mayoría de los recursos naturales de los países menos desarrollados son extraídos por compañías mineras y petroleras extranjeras y solo cuando ha pasado un largo período desde el inicio de la extracción de estos valiosos recursos se pueden nacionalizar o crear compañías mineras o petroleras nacionales. Las compañías extranjeras tienen como objetivo el logro de concesiones y no les importa nada la soberanía de los pueblos. En definitiva, es con los gobernantes del país y no con el pueblo con quienes han de negociar las concesiones. El poder de los gobernantes, por su parte, deriva de los recursos naturales que controlan y no de los pueblos que gobiernan. Son pocas las razones que tienen para compartir la riqueza, pero sí muchos los incentivos para perpetuarse en el poder. Tanto las compañías como los gobiernos de los países desarrollados tienden a apoyar a los gobernantes y no a los pueblos. Estas condiciones no son favorables para el desarrollo de la democracia. (pág. 151 y 152)