¿QUÉ ES LA POESÍA?
Apartado 2 del capítulo I: Haiku: estudio preliminar, del libro El zen en la literatura y la pintura, Samuel Wolpin, editorial Kier, 1985, Buenos Aires.
«Las palabras tienen un uso determinado, pero aún
las palabras más nobles no son sino ruidos en el aire. Mueren, y al morir
sobreviene el silencio, el silencio y un índice que señala el Camino».
Esa poesía tan sintética como es el haiku sólo se hace visible al lector cuando éste aporta su cuota, no en el sentido de completar el cuadro, ni en el de desentrañar el simbolismo que expresa, sino en el presupuesto de que el lector vive la poesía, vive el zen, que es la única manera de saber algo sobre la poesía, algo sobre el zen.
Lo poético ha
sido enfocado en Occidente bajo distintos colores de cristal. «Poético» -dice Blyth-
puede adscribirse a tres significados
diferentes: el poeta, el sujeto (tema) del poema y el poema mismo; Burns, la rata o el poema que él
escribió sobre ella. Burns era un poeta. Esto
significa que por sobre otros hombres, él vio la Vida de la vida. También
era un poeta que escribió poesía; esto es, el poder latente en él se expresaba
en lo que el siglo XVIII llamó «números armoniosos». Pero Burns en el vacío
carece de significado: él necesitó la rata. Esa rata era un tema poético; ¿no
lo era? Muchos labradores han tumbado antes nidos de ratas, sin pensamientos ni
sentimientos poéticos, pero Burns los expresó; no tan sólo sus propios sentimientos
personales, sino los sentimientos del hombre, de Dios, hacia la rata. La rata
está bien, así como es, pero es trabajada por decirlo así como un objeto
poético de la mente. Algunas personas prefieren las Ratas, algunas el poema
sobre la rata.
Es una cuestión de gusto, de temperamento, y no hay disputas ni odiosas comparaciones que hacer.
«Belleza es verdad, verdadera belleza» (Keats).
Keats quiso significar que mientras más se adentra alguien en la belleza, más la hace suya, más se sumerge su vida en la belleza y más se acerca a la realidad. No obstante, desde Aristóteles hasta Arnold se consideró que era necesario un gran tema para la poesía. Arnold dice que la trama lo es todo. Es inútil para el poeta imaginar que él tiene potencialmente todo; que él puede hacer de una cosa intrínsecamente inferior igualmente deliciosa como una excelente por la manera de tratarla. Wordsworth se mantiene fuera de esta tradición por instinto y por elección. Él elige al viejo, al pobre, al idiota, al errante, pero no prueba hacerlos deleitables para nada. «Nada es inferior o superior, delicioso o repugnante, sino que el pensamiento lo hace así».
Entonces, ¿qué
hace de algo un gran tema? La respuesta es que por una parte es una concesión a
la debilidad humana que ve la casa ardiendo desde el camino más terrorífica que
las llamas del sol, un dolor de muelas más trágico que un terremoto o una epidemia.
Por otra parte, el gran tema es en su naturaleza más rico sólo por mera
cantidad y masa. El hecho de que Lear es un rey, Hamlet un príncipe, Otelo un
general y César un emperador, agrega a la fuerza trágica de la acción, pensado
intrínsecamente, pero no son más trágicos que Jesús, el hijo del carpintero: es
el poeta el que decide el significado y la relación de calidad y cantidad.
Y no se puede
cerrar este tema sin recurrir in extenso a Aldo Pellegrini quien supo, como
ningún otro, definir para qué sirve la poesía, frase que cierra el presente
capítulo y que puede colocarse sin que resulte chocante sólo al final de una
larga cadena de acotaciones.
No se
encuentra, dice el traductor al español de los surrealistas franceses, nada en
la naturaleza que esté exento de poesía. Pero, ¿en qué consiste esa extraña
cosa que existe en todas partes y al mismo
tiempo es tan rara; que está presente allí donde se vuelve la vista y, sin embargo,
no resulta visible para todo el mundo?
Puede apelarse
a un rodeo para entenderlo. La realidad no existe si no hay un hombre que la
contemple; mejor dicho, lo que se entiende por realidad es algo concebido por
el hombre y producto de la confluencia de dos factores simultáneos: uno externo
y otro interno. En la comprensión de lo poético sucede algo parecido: es
simplemente el momento en que entran en contacto un elemento que forma parte de
las cosas (factor externo) con el sentido poético del hombre (factor interno). Pero
entre la percepción corriente de la realidad y la percepción poética existe una
diferencia fundamental. En la primera, el hombre resulta un componente pasivo,
un simple receptor de la realidad, y por eso a este modo de percibir le
convendría la designación de percepción pasiva.
En cambio, en la percepción poética, el hombre se proyecta fuera de sí
mismo, se despersonaliza, abandona su yo para ir al encuentro de las cosas. Se
produce una verdadera posesión de la realidad. Es una percepción activa y, por
lo tanto, el conocimiento poético es, aunque parezca absurdo, más real que el
llamado conocimiento empírico.
Lo que es
motivo del conocimiento poético no está en la superficie sino en el fondo de
las cosas, por eso el poeta desconfía de la realidad empírica: sabe que detrás
de ella se oculta otra realidad menos variable, una realidad permanente.
Así, mediante
la revelación poética, se tiene acceso al conocimiento de lo permanente. Un poeta moderno, Pierre Reverdy, dice,
refiriéndose a su libro Les épaves du ciel: «Mi poesía
es el
resultado de la aspiración hacia una realidad absoluta». Para Novalis, la
poesía también es «lo real absoluto». Este gran poeta alentaba siempre la
esperanza de que una única palabra secreta fuera capaz de destruir la falsa
realidad. Es realidad última, definitiva, la que trata de apresar el poeta. Si
lo que busca la poesía está en el fondo de las cosas, ¿cómo penetrar allí si no
es por un acto de amor? La penetrabilidad del amor lleva sin violencia a lo
esencial. ¿Y qué es el amor sino un vivir en la esencia de las cosas? Por un
acto de amor hay que ceder la vida a las cosas para poder realmente conocerlas.
Las ciencias naturales, en cambio, destruyen las cosas para conocerlas.
¿Y en qué
consiste esa esencia de las cosas sino en la fatalidad de transformarse? El
espíritu poético capta esa fatalidad de transformarse que coincide con su
propio acontecer. El conocimiento poético representa, por lo tanto, una verdadera
comunión del espíritu con las cosas. ¿En qué medida se diferencia entonces lo
poético de la ciencia; qué constituye la única y verdadera forma de
conocimiento en el sentir común? El conocimiento científico cambia porque se
dirige a lo aparente; así cambian las teorías, las leyes, los sistemas. El
conocimiento poético es permanente, porque se dirige a las esencias. En ese
sentido, la validez de la poesía desde Homero a hoy es inmutable.
Ya Croce en su
"Poética" define a la poesía como la síntesis de lo individual y lo
universal. Esta es la gran síntesis, aquélla de que hablan las llamadas
filosofías tradicionales y las viejas ciencias herméticas como la alquimia: la
síntesis del microcosmos y el macrocosmos, del hombre y el universo. De acuerdo
con esta idea, expresarse poéticamente significa revelar lo universal a través
de lo singular.
Ahora bien,
expresar lo universal a través de lo singular se logra por el mecanismo de
despersonalización del poeta. Este mecanismo constituye el paso fundamental
para alcanzar la universalidad de lo
poético.
El movimiento
hacia la despersonalización pone en juego el poder creador del espíritu, y éste
da forma al conocimiento Intuitivo de lo esencial de la naturaleza, expresándolo
no de un modo razonante, sino vital y humano.
Lo poético como conocimiento consiste en la aprehensión por el espíritu,
mediante un acto iluminador, de la esencia
de las cosas, vale decir, aquello que en las cosas participa de lo
universal. Ese conocimiento es mezclarse humanamente con las cosas, o sea, el
establecimiento de un contacto íntimo entre lo universal que está en el hombre
y lo universal que está en las
cosas. Las formas que resultan de la creación son el producto de ese contacto
con el mundo como totalidad y se identifican con él. Esas formas son
infinitamente variables, y pueden estar dadas por la palabra, la figura, el
sonido, el gesto, la acción, el color, etc., y cada una de esas formas se
convierte en signo expresivo de un contenido poético. A su vez cada signo manifiesta
también una infinita variabilidad determinada por su combinación con otros
signos, de modo que su significado no es unívoco, sino que potencialmente posee
todos los significados posibles. Así, el universo de las formas poéticas sufre una
interminable metamorfosis paralela a esa esencia permanentemente cambiante de
la que proviene.
La esencia de
las cosas; de por sí inexpresable, sufre al objetivarse en formas, un proceso de alquimia espiritual que la convierte en
lenguaje poético.
El poder
creador no responde a ninguna norma externa sino a impulsos internos
absolutamente libres. Esta libertad de creación es un imperativo ineludible,
sin el cual toda posibilidad de expresión poética queda eliminada.
El mundo sin
la función del espíritu poético se torna inhabitable, pues lo poético está
vinculado a la vida en su integridad. Un mundo sin poesía equivale a un mundo
sin vida humana. El poeta ̶ designación
que adquiere aquí un carácter muy amplio y abarca toda forma de expresión
humana: verbal, plástica, musical o de conducta
̶ conserva los valores eternos del espíritu y los transmite a los otros
hombres. Lo poético constituye así el mecanismo más importante de valorización
de lo espiritual y de acceso a un estado superior del hombre, en el que se
afirma como existencia auténtica y como
ser libre.
La poesía es
una mística de la realidad. El poeta busca en la palabra no un modo de
expresarse sino un modo de participar de la realidad misma. Recurre a la
palabra, pero busca en ella su valor originario, la magia del momento de la
creación del verbo, momento en que no era un signo, sino parte de la realidad
misma. El poeta mediante el verbo no expresa la realidad, sino que participa de
ella.
Luego, ya en
conocimiento de estas acotaciones para que nadie se ofenda, la prometida
definición de Pellegrini acerca de la utilidad de la poesía: "La poesía
pretende cumplir la tarea de que este mundo no sea sólo habitable para los imbéciles".